Necesitamos crecer y trabajamos por crecer. La especie humana moldea y se moldea, cambia y hace cambiar. Pero en ese ejercicio de procurarse y dar forma, nuestra especie no sólo avanza, también tropieza. Caer puede ser parte del camino, y hay dolores infinitos y daños irreversibles. El planeta cohabita con una especie que profana constantemente. Lo hace entre sus semejantes. Y se lo hace al planeta mismo. Disentir del desarrollismo, del abuso y la especulación no es un mal ejercicio, es, seguramente, el rumbo cierto del progreso cierto. Hay dolores infinitos y daños irreversibles. Cuando se está a tiempo de no tropezar, no evitarlo es sencillamente deleznable y cósmicamente ridículo.
   Desde el Mediterráneo al Atlántico, y en contra del puerto industrial en Granadilla, un abrazo fraterno y solidario,

Lluis Llach

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